La villa de Tamarón está situada en el histórico Campo de Muñó que en los siglos X y XI fue la defensa de Castilla la Vieja. Como bien escribió el poeta del Mester de Clerecía en el Poema del Buen Conde Fernán González, los más primitivos castellanos pasaron muchas estrechuras y calamidades en los apretados valles del norte. Tuvieron que atravesar luego las parameras y puede decirse que Castilla no espantó el fantasma del hambre hasta entrado el siglo X cuando la Bureba y Muñó se convirtieron en tranquilas comarcas de cereales y de vinos. Lo seguían siendo en el siglo XIII como lo reconocía Berceo al escribir: “Campo de Muñó, bueno de ras y de vino” Tamarón fue fundada muy probablemente a finales del siglo IX al quedar consolidada la presencia castellana en Burgos y Castrojeriz (año 884).
Toda la orilla derecha del Arlanzón era un hervidero de gentes venidas desde el arco Cantábrico desde el País Vasco a Galicia, a la llamada de las tierras y libertades que ofrecía Castilla. Indican los eruditos que el nombre de la Villa es un derivado de támara (retama fina). La primera cita documental de Tamarón es del 1 de febrero del año 968, cuando la villa podía contar ya setenta u ochenta años de vida. El documento presente llama a Tamarón con estas dos palabras: Castro Tamara. ¿Tuvo Tamarón alguna defensa para merecer el nombre de Castro? Sí, poseyó su torreón particular con las defensas pertinentes al Norte de la villa. Los poblamientos alto-medievales exigían a sus primeros habitantes una torre de abnuda, de vigilancia, para avisar a su tiempo de la proximidad del enemigo árabe. A veces la torre era una peña e, incluso, un árbol alto y robusto. Castilla mereció este nombre por sus muchos castillos pero la palabra castillo la hemos enfatizado con el paso de los siglos y se la aplicamos a enorme y complicadas fortificaciones. Los primitivos castellanos llamaban “castrum” a construcciones de urgencia y poco llamativas, tanto que los cronistas las conocían por “castra diminuta”: pequeños campamentos (castros) fortificados.
A Castrogeriz podía llamársele castro o castillo pero no diminuto. Tamar con el tiempo pudo convertirse en Tamarón por una razón que no se alcanza pero que no afecta a la tesis ya que el otro pueblo al que alude el documento es Villasidro en la vecina Merindad de Castrogeriz. Según este pergamino, en 1 de febrero de 968, reinando el rey Ramiro III en León y el conde Fernán González en Castilla, el abad don Galindo dona su monasterio de San Miguel al de Santa María de Rezmondo, a orilla del Pisuerga. Era un monasterio familiar fundado por don Sisebuto y doña Sara, con regular hacienda y pocos monjes y del que era abad don Galindo, hijo de los fundadores. Esta era una costumbre muy frecuente en aquella época. Los documentos demuestran que esta villa estaba perfectamente organizada y repartida en el 968 con su castillo, iglesia, monasterio y su palacio, una casona de piedra que podía ser del vecino más acaudalado o del mismo conde Fernán González. Este conde, el 11 de marzo de 969, donará a Santa María de Rezmondo el monasterio gigante de San Pedro de Cárdena con lo que Tamarón conocerá la presencia y administración de la gran abadía burgalesa. En el año 992 se lee en el mismo archivo de Cárdena el nombre de Tamarón. Reinaban Vermudo II de León y era conde en Castilla don García Fernández cuando doña Juliana ofrece al monasterio de San Torcuato que está entre Burgos y Gamonal, la mitad de los bienes que posee en Tamarón, casas y tierras y otra hacienda que pueda poseer en el Condado. Doña Jualiana debe de ser una dama importante pues su donación es atestiguada por el mismo Conde, por tres obispos, dos abades, el alférez del rey Vermudo y otros personajes. En realidad, doña Juliana es a Cárdena a quien hace su regalo, ya que el monasterio de San Torcaz o Torcuato dependía ya de San Pedro de Cárdena.
En 1037, Tamarón centró en su campo la actualidad castellana y española. En un día del verano de ese año se encontraron en los campos de Tamarón el ejército de León, mandado por su juvenil rey Vermudo III y los ejércitos de Castilla y de Navarra guiados por los reyes hermanos Fernando y García. Los motivos para enfrentarse estos pueblos hermanos con los tres reyes hermanos no parecen del todo aclarados. El resultado fue definitivo para el rey leonés que murió con valentía en la batalla y definitivo para la dinastía que representaba pues Fernando I fue reconocido como rey de León, uniéndose con Castilla e instalándose la dinastía navarra en el trono. La razón por la que esta localidad fue el escenario de este hecho de la historia puede encontrarse en causas estrictamente militares y por el hecho de ser Tamarón villa fortificada. En 1073 vuelve a aparecer el nombre de Castro Tamara con ocasión de las donaciones de bienes que hace a don Sisebuto, abad de Cárdena, don Vermudo Sendínez. El documento viene avalado por firmas episcopales y de magnates burgaleses. Este documento hace referencia a la iglesia de San Miguel que en el documento del año 968 es señalada como monasterio. Tamarón perteneció a la merindad de Condemuñó y fue villa de behetría que gozaba, por lo tanto, del derecho de elegir y cambiar de benefactor cuando la placiera. En 1350, el rey don Pedro quiso aclarar la situación de las behetrías ante su real hacienda y parte de los resultados quedaron registrados. Tamarón pagaba al rey por el impuesto de martiniega 275 maravedises más el de servicios y monedas.
Para el señor tenían señalado una fanega de pan mediado, pagada por quien tenía un par de labranza, a título de infurción (impuesto de solares). A los diviseros no se les pagaba nada. A finales del siglo XIV, Tamarón entró en la órbita de los Fernández de Velasco, condes de Haro, duques de Frías, condestables de Castilla. Los poderosos Velasco, si no tuvieron el señorío jurisdiccional sí alcanzaron el material incluida la torre que conservaban con muchas fincas a mediados del siglo XVIII. En 1591 Tamarón formaba partido con Villaldemiro, Iglesias, Las Quintanillas, Villanueva de las Carretas y Ciadoncha. Entre todos reunían 349 vecinos. En 1712, el rey don Felipe V crea el marquesado de Tamarón y lo concede en razón de los servicios prestados a su causa por el primer titular.
La concesión lleva emparejada la jurisdicción de la villa de Tamarón y el traspaso de la corona al marquesado de algunos de los derechos económicos. Así en 1752 el titular, residente en Cádiz, percibía 83 reales de vellón por servicios de cientos y otros 202 por el traspaso real de los derechos. En 1927 era marqués de Tamarón don José de la Mora y Terrer y en 1964 don José de Mora-Figueroa y Gómez Imaz, el octavo de la dinastía. A principios del siglo XIX cesaron jurisdicciones en beneficio del estado. Las relaciones entre la villa y sus marqueses fueron normales y, extinguida la jurisdicción, se han mantenido en el ámbito de la cordialidad. En 1900 los habitantes eran 221 y en 1950 habían descendido a 198. Las radicales mutaciones operadas en la sociedad y en el campo español en el último medio siglo han afectado a Tamarón en la mecanización, concentración, abonos químicos etc.